Jamás pondré en duda que la verdadera protagonista de una boda es la novia. Que nadie discuta conmigo que el vestido de la novia, su ramo, su llegada… son, por suerte, los grandes acontecimientos de un enlace. Estoy de acuerdo. Pero con permiso de ellas, de sus madres, de las damas y amigas… hay un momento, un par de milésimas de segundo, un instante en el que el novio y su madre dejan de lado ese papel secundario para convertirse en actores principales.
Es el momento que he querido bautizar como “mi niño se casa”.
Hablo con conocimiento de causa. Soy el pequeño de tres en mi familia. Dos preciosas mujeres son mis hermanas y, un servidor, el benjamín de la casa, ojito derecho del amor de mamá. Como en muchos hogares, una relación materno-filial deriva en complejo de Electra que adquiere su máxima visibilidad cuando en tu boda, la madre pasa un momento a solas con su hijo, con el niño… tenga 26 o 56 años… es lo de menos. Por unos años pensé que podía ser sólo en mi casa. Pude pensar que sólo mi madre podría mirarme así como me miró en aquel momento… Pero no, la madre de Javi le miró así, y la madre de Quique, y la de Héctor, y la de Íker, y la de Paco… y la de todos.
Y es que este es uno de los regalos, de los muchos regalos, que me hace esta profesión cada fin de semana. Entrar en una casa, en una habitación coronada por un poster del Real Madrid, en un cuarto con literas que esconden tantas y tantas confidencias… y ver cómo a mamá (porque en ese momento es mamá) al colocarte unos gemelos o al ajustarte los tirantes, le cae una pequeña gotita de sudor por la mejilla.
Llega el momento. Se miran. Unas sonrisas que hablan solas se cruzan con dos pares de ojos achicados y empañado tras un velo de ternura.
Como apreciaréis en ningún momento he hablado de “Madrinas”. Les dejo el papel de madrinas de puertas para fuera. Hoy os cuento la intimidad de las madres, de puertas a dentro.
Autor invitado: Nano Gallego de Nano Gallego Fotografía
Fotógrafo de bodas
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